Amalia Velazquez

Amalia Velazquez
Amalia Velázquez
Julio 10, 1945 – Agosto 31, 2022
Amalia Velázquez, también conocida como Amalia Miranda de Velázquez, nació en La Barca, Jalisco, México. La más joven de los cinco hijos de Ladislao Gomez y Modesto Miranda, Amalia vivió con su familia solo por once meses cuando su madre falleció a tan solo 36 años de edad. Fue entonces a vivir a Guadalajara con su tío José, hermano de su mamá, y su esposa Maria. La nueva pareja ya enfrentaba pobreza y otros retos familiares, y la llegada de Amalia no fue fácil de aceptar. Amalia creció sintiéndose poco apreciada y amada. Durante el cuarto año de primaria, tuvo que dejar la escuela para ayudar con los quehaceres de la casa y el cuidado de sus primos. Trabajaba temprano desde la mañana, llevando el maíz al molino, regresando a casa a hacer tortillas, con pocas oportunidades de juegos y amistades a su corta edad.
Eventualmente, una vez que ella pudo, comenzó a trabajar fuera de la casa. A sus hijos les contaba historias de su tiempo en una fábrica de faldas, donde aprendió a coser ropa. Años después, trabajó en una fábrica de globos, de donde salía una noche cuando su primo Trino le presentó al que sería su esposo, Pompello Velázquez. Amalia aceptó casarse con él Marzo 1 de 1955, un mes después de conocerlo, no porque fue amor a primera vista, sino porque vio en él su primera esperanza real de dejar un hogar donde nunca se sintió como hija propia. Pronto emigraron a los Estados Unidos, estableciéndose primero en Woodland, California. Trabajaron juntos por unos meses como campesinos antes de que se dieran cuenta que esperaban a su primer hijo, Carlos. La familia regresó a México un par de veces, donde nació el segundo hijo, Miguel. Amalia pronto se dió cuenta que la vida de inmigrante no era lo que ella buscaba para su joven familia, y decidió quedarse en México a criar a sus hijos mientras que su esposo iba y venía a trabajar.
Así vivieron conforme nacieron tres hijos más, Alma, Ivan y Maribel, su esposo trabajando parte del año en Estados Unidos, y ella afrontando la vida como si fuera madre soltera en Guadalajara, Jalisco, México. Estos fueron años que sus hijos recuerdan con mucho cariño. A pesar de que él no le daba mucho dinero, ella usaba sus recursos para darles a ellos la mejor niñez que pudo, pasteles y fiestas de cumpleaños con los amigos, ropa hecha en casa de su propio diseño, cortes de pelo – hasta permanentes – juguetes y experiencias especiales dentro de sus recursos. Siempre que pudo, buscó oportunidades para desarrollarse y aprender. Tomó clases de belleza, y luego enseñó a otros a cortar pelo y hacer permanentes, se involucró en comités de padres de familia en las escuelas, y hasta en los partidos políticos de Guadalajara. Pero nunca descuidó a sus hijos, y fue una madre muy cariñosa, y muy querida por todos los vecinos y primos. Se esmeraba para que las navidades y los cumpleaños fueran especiales. Cuando sus hijos mayores decidieron buscar un mejor futuro en los Estados Unidos, ella los apoyó y convenció a su esposo de dejarlos ir, y de eventualmente reunir a toda la familia en California. Su matrimonio no fue fácil, siempre le faltó la ternura y el apoyo de una pareja cariñosa. Su esposo tampoco le dio el cariño que ella anhelaba.
Eso es lo que la hacía tan especial, que a pesar de haber sufrido de niña y de joven, ella fue una fuente de cariño, apoyo, comprensión y amor para sus hijos. Siempre trabajó duro, y tuvo una clara visión de un futuro mejor, tanto como para ella misma como para sus hijos a quienes animó constantemente durante sus estudios. Nunca le faltó un buen consejo para ellos, una palabra de apoyo y los pocos dólares que tenía cuando ellos estaban en problemas. Trabajó en diferentes oficios una vez en Estados Unidos – en una panadería, en una empacadora, en un supermercado, de niñera, y quizá su trabajo favorito, cuidando a sus nietos. Como lo hizo con sus hijos, a sus nietos les brindó amor sin límites y se llenaba de felicidad siempre que estaba en su presencia. Aprendió a manejar un carro a los 50 años, ya que siempre busco ser independiente y sacar a su familia adelante. Cuando su esposo falleció en 1994, ella afrontó muchas dificultades para poder mantener la casa que la familia había comprado con gran esfuerzo y los ahorros de toda una vida. Trabajó varios trabajos a la vez, y no perdió el enfoque de su meta hasta lograrla.
Disfrutó de sus últimos años con sus hijos grandes y sus nietos. Le encantaba reunirse en familia frecuentemente, gozar de la música, cantar, cuidar de sus plantas y el buen comer – especialmente, el pan dulce. Siempre fue muy activa y caminaba cada vez que podía, hasta literalmente sus últimos momentos de vida. Esto a pesar de cuatro operaciones en su rodilla izquierda que le causaron mucho dolor y dificultades. Cuando caminaba en su jardín, se acompañaba del rosario. Lo rezaba todos los días, y fue muy devota de la Nuestra Señora de Guadalupe, a quien se encomendó en todo momento difícil. A quien la escuchara, le contaba de los milagros que la Virgen le había hecho, y siempre era lo primero que sugería para cualquier problema grave – encomendarse a la Virgencita.
Amalia tomó su último respiro en su casa de Elk Grove, California, rodeada de sus hijos y escuchando palabras de amor. Como ella siempre lo dijo, el hombre es el arquitecto de su propio destino, y así ella construyó un hogar donde nunca faltó el amor, y gracias en gran parte a sus esfuerzos, sus cinco hijos lograron recibirse de la universidad y cumplieron sus metas profesionales. Todos reconocen la gran diferencia que ella hizo en sus vidas. Los cinco la sobreviven y la extrañan inmensamente, tanto como sus once nietos, sus dos hermanas y cinco medios hermanos, tres nueras y un yerno.
Esperamos y puedan acompañarnos a celebrar la vida de una increíble mujer. Ella será sepultada al lado de su esposo el día 10 de septiembre del 2022 en el St. Mary Catholic Cemetery in Sacramento, California.